28 de mayo de 2008

Dificultades para cubrir algunos puestos

Subió y apretó el botón de “subsuelo”. Sintió un leve malestar: no podía habituarse al ascensor en un sólo día de trabajo. El cóctel de salida de domingo y oficina al día siguiente no era muy aconsejable como para repetir. El leve zumbido del ascensor lo tranquilizó y lo hizo parpadear más de lo normal, letargo de findelunes.
Sintió el click del mecanismo de la puerta, dió dos pasos mientras se tapaba la cara ahogando un bostezo. Y se paró. Primero se enarcaron las cejas. Después los ojos se le abrieron más grandes que nunca. De su boca quiso partir un grito, pero nada. Algo lo agarró de la muñeca derecha. La mano izquierda dejó caer los papeles y rasguñó la pared del ascensor tratando de salvarlo. Pero no.
En las charlas del día siguiente no fue “Silvio Blásquez”. Sólo fue “uno más de los pasantes que desaparecieron luego de su primer día de trabajo”. Nadie notó los arañazos en el ascensor hasta hoy. Subí y apreté el botón de “subsuelo”. Sentí un leve malestar. Archivo éstos papeles y me voy a mi casa tranquilo.

Diego M

26 de mayo de 2008

Datos al pasar

¿Sabías que la grandilocuencia con la que una persona cuenta una anécdota propia suele ser inversamente proporcional al porcentaje de verdad que se incluye en la misma?

Diego M

21 de mayo de 2008

Perdido acá

Busca ojos vivos
oídos nocerrados
pero los rostros huyen
y sigue

Se tienta
pero la sangre espesa
no lo deja pensar
duda huele tantea
y cae

Tic Tac
sabe que el tiempo se acaba
sabe que su mundo se diluye
aunque no entiende
y desespera

No le creo
porque en sus ojos veo una luz
porque su destino es el mío
porque sus sentidos no son grises
y lo empujo
desafío cósmico

Diego M

16 de mayo de 2008

Dándose a luz

Silvio Sánchez Olarra, General Planning Manager. Eso decía la tarjeta, hecha un bollo moribundo, al lado del cesto de su oficina. Dentro del cesto yacían decenas de tarjetas gemelas. No le había gustado la textura. Por eso mañana llegaba un pedido de mil nuevas “de textura más cálida”, según el cadete nuevo.
La mirada perdida escondía planes. Planes que tenían que ver con su hermano: el licenciadito Nicolás Sánchez Olarra. Tres años menor. El preferido. El brillante.
Era otro día de tantos. El despacho supuraba calma. Y él estaba hundido en sus pensamientos. Le encantaba entrevistar gente. Conocer sus necesidades, degustar sus sonrisas de compromiso, charlar sobre sus familias, comparar sus fastuosos currículums con su pobre apariencia. Pero lo que más le encantaba era rechazarlos. Uno por uno.
La mirada, otra vez perdida, escondía carreras truncas. Y un título comprado por papá. Envuelto en su traje de Armani, recordaba. Y apretaba los labios.
Otra tarjeta vuela hacia el cesto, planea de forma perfecta hasta aterrizar sobre las demás. “General Planning Manager”, otro asqueroso invento.
El día termina y la puerta del despacho sigue muda. La mirada, ahora encontrada, se ilumina. Proyecta pensamientos de una oscuridad asquerosa.

Diego M

12 de mayo de 2008

Lunes de perros

N.I.D.A.P.J.L.R.D.T.E.E.B. (Nota Introductoria Del Autor Para Justificar La Republicación Del Texto En El Blog): Este texto ha sido antologado en el "Libro de los Talleres". Decidí sacarlo del baúl del blog para que puedan disfrutarlo (o sufrirlo o saborearlo) aquellas personas que no lo han leído por cosas de la vida (o por falta de interés)


El horóscopo del domingo decía: “Lo espera una semana difícil”. No soy fanático de los horóscopos ni creo en los astros ni en las brujas ni en ninguna otra manifestación esotérica. Ni siquiera creo en mi hermana, que tira las cartas en plaza Francia.
Arranqué el lunes como siempre, con los ojos pegados y con el tiempo justo. Entré al baño y me encontré con Pancho, mi hamster, ahogado en el inodoro. Seguramente fue un suicidio. Con el alma rebalsada de dolor y el inodoro rebalsado de agua saqué el cuerpito inerte de mi amigo y lo puse sobre una servilleta, en la mesa de la cocina, para enterrarlo al volver del trabajo.
Me vestí y salí. Tomé el colectivo y no ví las caras de siempre. Como tampoco había autos estacionados en la puerta de la fábrica consulté el reloj: faltaban dos horas para entrar. Me senté en la vereda y me dormí. A las seis me desperté con las caninas mandíbulas de un dóberman atenazando mi tobillo derecho. Salté con un alarido. El perro abrió grande sus ojos de dóberman y huyó asustado. Me fui rengueando hasta la clínica. La chica de la guardia me dijo que todavía no había llegado el doctor. Yo le conté mi historia y se apiadó de mi pobre tobillo de laburante mordido por un perro dóberman. Me hizo pasar al consultorio y comenzó a curarme la herida. Era una morocha muy sensual. Comenzó a acariciarme. La verdad es que la herida podría haber estado infectada y mi vida culminar ese día que no iba a dejar pasar la oportunidad. Pero justo cuando estábamos a punto de… entró el doctor. Parece que la morocha era su esposa, su amante o su hermana, ya que me echó a patadas del consultorio como si fuera un perro sarnoso.
Volví a mi casa rengueando. No había luz. La boleta había llegado hace un mes y medio, calculo, y había quedado enterrada entre los folletos de los deliverys y otras tantas boletas impagas. Fui a la cocina a poner el agua para el mate y encontré al pekinés de mi vecino merendándose el cuerpito de mi pobre Pancho.
Mientras lo corría con la escoba, medité: hoy recién es lunes y, encima, soy de sagitario.
Diego M

8 de mayo de 2008

Venite a la feria el domingo 11!!

Estimados lectores, amigos, novias, novios, hermanas, primos políticos, mamá, papá:

Los invito a que se vengan para la Feria del Libro el domingo 11 (sí, el que viene, ¡faltan 3 días nada más!) para la presentación del "Libro de los Talleres" a las 19 hs en la sala Jorge Luis Borges. Adentro de ese librito en la página no se cuánto, se van a encontrar con mi texto "Lunes de perros"
Pero ahí no termina la cosa, porque dentro de esas páginas van a encontrar textos de gente con mucho talento (y que quiero un montón): "Efemérides" de Jime, "Ronda en la Dorrego" de Laris y "Currículum vitae" de Crispín, entre otros tantos.

Los espero ahí (miren que voy a buscar entre el público a ver si fueron o no). Anoten en la agenda para no olvidarse:

Domingo 11 de mayo
19 hs
Sala Jorge Luis Borges
Feria del Libro
Nota de Diego M: la firma "genérica" del libro es gratuita. La firma "dedicada especialmente" (por ejemplo: "A la tía Pocha con cariño, para que se mejore del golpe en la cadera") se cobrará por cantidad de palabras :-P

7 de mayo de 2008

Rompedores compulsivos de veredas

Ésta raza prolifera en algunos municipios del Gran Buenos Aires. Son unos señores muy trabajadores que, mientras uno duerme plácidamente hasta el mediodía en su cama de dos plazas y media, se dedican a romper las veredas para pasar todo tipo de artilugios, entre los que se incluyen: cables telefónicos, cañerías de quién-sabe-qué y otros productos de dudosa procedencia. No quiero que ustedes me tomen, estimados lectores, como un piquetero del trabajo ajeno. No me estoy quejando precisamente de que ésta gente haga (mucho) ruido mientras yo duermo. Mi problema, más precisamente, es que rompan la vereda de mi casa sin haberme avisado con (al menos) 24 horas de anticipación. Y no sólo sin aviso, si no que lo hagan dejando mi auto adentro del garage, es decir, de "este" lado de la vereda rota, no del "otro".
Los efectos colaterales de las roturas verediles son varios, a saber: quedar acuartelado en tu propia casa durante todo el día (con los riesgos que esto implica de sobredosis de internet, mate dulce, siesta y vagancia total), la vereda queda con un montículo de tierra al que nunca le volverán a crecer las baldosas (salvo que uno saque la billetera y las compre), el temblor del piso debido al uso del martillo neumático causa la caída de los souvenires de casamientos y bautismos y etcéteras varios que no vienen al caso enumerar.
Desde éste humilde espacio, llamo a los señores "Rompedores compulsivos de veredas" a tomar más conciencia y menos vino al mediodía. Y a avisar con suficiente anticipación los trabajos a realizar en la cuadra de los damnificados.
He dicho.

Diego M

2 de mayo de 2008

La peor miseria

El hombre caminaba con los hombros caídos, vencido a esa altura de la noche por la fuerza de gravedad laboral. Arrastraba los pies con la mirada perdida en la irregularidad de las baldosas. No escuchó los pasos, sólo sintió el frío y sediento metal del revólver en su cuello. No se de vuelta, le dijeron. Deme todo lo que tenga. No tengo nada, contestó el hombre, ayer me deberían haber pagado el sueldo, pero no había plata. No es plata lo que quiero, necesito un sueño, una ilusión, algo que me dé una razón para vivir. No puedo ayudarlo con eso tampoco, mi vida es chata y monótona, ya no me quedan sueños ni ganas.
El revólver se retiró del cuello. Y siguieron caminando, cada uno para su lado, con los hombros caídos y la mirada perdida en la irregularidad de las baldosas.

Diego M