Apaga con su mano derecha el radio reloj que está sobre su mesa de luz. El radio reloj no es un radio reloj cualquiera. Juan lo recuperó de la basura de una casa anónima, dónde lo esperaba la muerte final o las manos de algún cartonero. Lo llevó a su casa y lo reparó. Ésta es una de las pocas virtudes de Juan; reparar cosas.
Después de apagar el radio reloj, estira los brazos al cielo. Aunque esto último es una mentira, en realidad, Juan estira los brazos hacia el techo de su casa. Más arriba del techo de su casa se encuentra el cielo. Corre la sábana, que está bastante enredada por algún sueño perturbador; y se sienta en su cama. Se coloca las pantuflas de Winnie Pooh, que Juan sabe que le quedan ridículas. Pero las encontró de oferta en el Supermercado Norte que está a cinco cuadras de su casa. Al fin y al cabo, las usa sólo para andar adentro; nadie lo ve con las pantuflas. Ni loco saldría a la calle con Winnie Pooh en sus pies, para eso tiene las pantuflas de calle, las azules serias. Lo que pasa es que las de Winnie Pooh son más calentitas, ideales para arrancar desde la cama hacia el baño.
Juan ya está bajo la ducha. No le gusta consumir muchos minutos bajo el agua. Sabe que el agua es un bien escaso, y también sabe que en cinco minutos uno se puede duchar perfectamente. Por eso sale rápido de la ducha. Se seca con la toalla de “Norte”, se pone los boxer de “Norte” y vuelve a su habitación.
Continuará...
Diego M